Primer Lugar
Siempre amé el desierto, desde que lo crucé hace treinta años en un viaje de cuarenta y ocho horas con mi madre en busca de mi padre, muerto en una mina ya desaparecida. Conseguimos recoger su cadáver, meterlo en un ataúd y viajar casi de inmediato a Copiapó, nuestra tierra natal. Mi madre no lloraba, yo masticaba un eterno Dos en Uno y, atrás, en la camioneta, mi padre se zangoloteaba y me parecía escuchar su voz diciéndome que botara el chicle.
Cristian Muñoz Torres, 55 años
Antofagasta