MUÑECA DE BARRO

Primer Lugar

Esquivó cuanto palo, roca, catre y colchón se le atravesó esa madrugada. El barro en su cara. Los ojos empañados. La lluvia inusual, el ladrido de los perros, los gritos estremeciéndole el cuerpo. Cuando ya la daban por desaparecida, al tercer día, emergió de un cráter que había en el asfalto, allá por la Pérez Zújovic. Dicen que todavía reside en la Villa El Salto, y que no hay noche en que no se despierte llorando aferrada a lo único que el aluvión no le arrebató: la vieja tabla de planchar que le salvó la vida quebrada abajo.

Felipe Espinosa, 41 años
Antofagasta

Ilustración: Ovnie