Mención Honrosa
Siempre le hice el quite al centro, pero cuando era necesario ir, mi parada obligatoria era en calle Prat donde se instalaba el «Silvio de Antofa». De suave voz, bálsamo para el ardor del ajetreo, interpretaba las canciones del cubano como si de él mismo se tratara. Verlo acariciar la guitarra con una seguridad envidiable, propia de quien es capaz de ver con el corazón, era el cierre perfecto para el tedio de los trámites. Hoy en día se le puede encontrar en el mismo lugar cantándole a Dios, aunque de vez en cuando se acuerda del unicornio azul.
Diego Aguilar Yáñez, 34 años
Antofagasta